Introducción interactiva

Lo que tenemos en nuestras manos cuando abrimos una Biblia es un conjunto de textos que nos pueden resultar difíciles de comprender, porque fueron redactados en un tiempo lejano y en una cultura muy diferente de la nuestra. Para comprenderlos necesitamos conocer el con-texto en el cual fueron escritos. Así podremos acercarnos al mensaje que han captado quienes, al escucharlos por primera vez, reconocieron en esos textos una Palabra que Dios les comunicaba.

Les propongo recorrer un camino de lectura, acompañados de algunos de los «muchos testigos» (Heb 12,1) que vivieron en esos tiempos remotos. La mayoría pueden ser para nosotros desconocidos. Pero, al compartirnos sus experiencias, pueden ayudarnos a comprender el mensaje de Dios que descubrieron para sus vidas.

El Pentateuco

Es la «carta magna» del judaísmo posterior al destierro de Babilonia. Hasta entonces, el reino de Judá formaba un estado autónomo, organizado en forma de monarquía, vertebrado en torno a la dinastía davídica. Con la destrucción de Jerusalén en 587 aEC desapareció el estado, y en su lugar nació una comunidad religiosa, presidida por el estamento sacerdotal, que recibió el nombre de «judaísmo».

Esta transformación se fue gestando de a poco durante el destierro y en la época inmediatamente posterior, y celebró su nacimiento oficial con gran solemnidad en una gran asamblea que reunió en Jerusalén al pueblo con sus representantes, presididos por Esdras, escriba y sacerdote (Neh 8).

La institución sacerdotal buscó fundamentar la restauración nacional por medio del rescate de pasado, cuando el pueblo se fue formando y adquiriendo su identidad. Para ello llevó a cabo una reedición ampliada y actualizada de las antiguas tradiciones, que en muchos casos se remitían a una época anterior a la organización de la monarquía. La obra resultante de esa fusión de tradiciones es lo que la Biblia llama la Torah (Ley o Instrucción) y nosotros conocemos como Pentateuco.

El libro del Génesis

La primera sección del Pentateuco recibe en hebreo el nombre de Bereshit (En el principio). Se trata de una obra literaria formada por narraciones y genealogías. En las culturas del antiguo Oriente, las genealogías servían para legitimar las dinastías reales.

También aquí tienen la función de trazar distintos linajes, para legitimar el principal, que va desde Adam hasta Jacob y sus hijos, los antepasados de Israel.

Los Profetas

Un conjunto de cuatro rollos (JOSUÉ – JUECES – SAMUEL – REYES) recibe el nombre de «PROFETAS ANTERIORES», para distinguirlos de los «PROFETAS POSTERIORES», los cuales se presentan también en forma de otros cuatro rollos (ISAÍAS – JEREMÍAS – EZEQUIEL – Los DOCE).
Antes de estudiar el mensaje de cada libro profético, propongo una presentación interactiva sobre el fenómeno profético en el antiguo Oriente y en la Biblia. Si bien no se puede afirmar la exclusividad del fenómeno profético por parte de Israel, los profetas bíblicos han tenido su propia peculiaridad:
  • Su palabra no era solicitada sólo como una consulta por parte del hombre. Ante todo, era una palabra enviada por Dios, sin que se la pidieran.
  • Esta palabra no consistía en descifrar enigmas, sino en manifestar una misión.
  • No buscaba la seguridad personal, sino animaba a enfrentar una responsabilidad ante el prójimo.
La profecía bíblica fue pasando así desde el oráculo solicitado por interés hasta el oráculo que transmitía la voluntad de Dios.
 

Junto a los ríos de Babilonia

En cada momento de la historia la tradición narrativa fue asumiendo relatos que habían sido muy apreciados en épocas anteriores, conservando su intención pedagógica permanente. Sin embargo, la profundidad de la crisis durante el destierro en Babilonia condujo que la forma final del material transmitido se convirtiera en algo nuevo.

Así, Abraham siguió siendo el antepasado de las poblaciones que seguían habitando los alrededores de las colinas de Judá (Ez 11,15). Pero la muy conocida imagen de Abraham, «peregrino» que viene de Ur de Caldea para establecerse en la tierra de Canaán (Gn 11,28.31; 12,1-3; 15,7 y Neh 9,7), se afianza al retorno del Exilio. La finalidad de este pasaje es presentar a Abraham como antepasado de la comunidad que ha regresado de Babilonia para reconstruir Jerusalén y su Templo. La bendición prometida a Abraham y a su descendencia vale entonces para todos los que han viajado desde Mesopotamia, como su antepasado, para establecerse en la antigua tierra de Canaán.

Una gran dosis de creatividad fue necesaria para responder a la crisis del exilio, proponiendo una realidad alternativa ante aquel difícil momento. Como todos los artistas, los narradores desterrados no se conformaron con lo que entonces vivían. Se negaron a refrenar su imaginación, siendo optimistas en sus esperanzas más allá los datos de su situación presente. La evocación del pasado proporcionó fuerza para enfrentar el presente y esperanza para aguardar un futuro mejor.